Hace más de una semana en México y Puerto Rico se vivían situaciones trágicas, tristes y difíciles. Todos lo vimos en las noticias, redes sociales y en la conversación de la gran mayoría de hispanos. Lo que hicimos diferente fue nuestra manera de reaccionar frente a un mismo acontecimiento.
Tal vez tu fuiste de los que rompieron en llanto al enterarse, los que elevaron una oración, el que se unió al equipo de voluntarios, o el que inició la colecta entre sus amigos y familia o tal vez fuiste el que pensó “qué exagerados los que lloran viendo las noticias” o “ya hice lo que podía”.
Cuando hablamos de nuestra reacción frente a la desgracia ajena, entran en juego muchos factores como la personalidad, sensibilidad, alguna experiencia previa asociada, vínculos sentimentales con quien está sufriendo y demás.
Pero definitivamente lo que podemos hacer para ser más empáticos frente al dolor y el sufrimiento ajeno es ser respetuosos: respetar cómo la otra persona decide vivir ese suceso, cómo lo procesa y canaliza y cómo decide actuar. Aquí nadie hace más o menos, porque depende de la percepción de quien sólo está observando y de la percepción de quien está actuando.
Por ello sigamos poniendo en práctica la maravillosa habilidad de ser más empáticos a través del respeto. Respetando a quien en un momento de dolor decide guardar silencio, respetando a quien se quebranta, a quien grita de dolor o a quien solo quiere ser abrazado con amor.
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