El quemar incienso es una práctica muy antigua y aparece en casi todas las culturas y los actos religiosos o ceremoniales del mundo.
Se suponía que su fragancia creaba una atmósfera adecuada para que los humanos pudieran estar más conectados con su dios.
Egipcios, romanos, mayas, seguidores de Confucio y Buda, cristianos, hebreos, musulmanes, hinduistas, todos ellos lo usaron como parte vital e integral de sus rituales y liturgias.
Pero no parece ser muy sano, pues se confirmó que su humo contiene partículas ultrafinas de sustancias químicas perjudiciales para la salud, que al ser inhaladas quedan atrapadas en los pulmones.
Un estudio de China University of Technology determinó que el humo del incienso en lugares con poca ventilación afecta drásticamente a la salud.
¡Puede llegar a ser más tóxico que el humo del tabaco!
Estas sustancias pueden causar una reacción inflamatoria que también se relaciona con el cáncer de pulmón, leucemia infantil y desarrollo de tumores cerebrales.
Según los investigadores, el humo del incienso contiene una gran cantidad de agentes citotóxicos y genotóxicos, incluso más que el humo del tabaco, así como componentes mutagénicos, todos ellos relacionados con el desarrollo de cáncer.
Es necesario un mayor conocimiento y regulación de los riesgos para la salud asociados con el uso de incienso en lugares cerrados.
Y a ti… ¿te gusta su olor?
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