Muchos libros y nueva información, hablan de la industria y de sus estrategias para hacer a la sociedad adicta a sus productos. Con las papas fritas o “chips” lo tienen muy fácil.
A la primera papa crujiente en la boca llega la explosión de sabor, gracias a la sal, le sigue la llamada “sensación en boca” que deja la grasa de la fritura.
Y no se hable del azúcar que tiene el almidón de la papa o del gran logro de la industria para que cada papa sea perfectamente crujiente.
Todo es un gancho, una combinación muy placentera para el paladar que de inmediato llega al cerebro. Cómo no va a ser fácil desear ese placer.
Es por ello que es tan fácil comprar una tentadora bolsa de papas fritas, algo que por lo general no pasa con la mayoría de los alimentos naturales.
Para lograrlo, la industria dedicada a la elaboración de papas fritas no deja de estudiar los gustos y la psicología de la población.
Incluso con los sabores más extraños y artificiales que les aplican, las papas fritas pueden ser un delicioso manjar.
Sin embargo, los mensajes engañosos de las presentaciones especiales, como gourmet, mediterráneas, caseras, pueden hacer pensar a la gente que quizá no sea un snack “tan malo”.
Pero la verdad es que las papas fritas son el principal contribuyente en la epidemia de la obesidad en EE.UU. y muchos otros países.
Y es que según la ciencia, comer 1 bolsa al día es como beber 5 litros de aceite para cocinar al año o más, porque las papas son adictivas, tal como lo dice un comercial: “A que no puedes comer sólo una”.
No decimos que se deben olvidar en la vida, pero como recomiendan algunos doctores, sólo cómelas 2 o 3 veces al mes, o si tienes tu sartén, es muchísimo mejor que las prepares tú mismo para medir exactamente lo que le pones.
Ahora ya sabes que si quieres tener una mejor salud, tendrás que ser más cuidadoso de lo que comes. Como siempre, recuerda que es mucho mejor lo natural y casero, que lo procesado.
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