Aunque no nos gusten, debemos entender que el hecho de que un niño “no pare” es normal, el que sea ruidoso, inquieto, alegre y revoltoso, es parte de su ser y de que es feliz.
Ellos están en la edad de descubrir y experimentar y no deberíamos coartarles en ello.
Un niño feliz, que disfruta interactuando y descubriendo el mundo, es ruidoso y sí… revoltoso.
Los 15 principios de María Montessori para educar niños felices – https://t.co/HPXERhdZ9R pic.twitter.com/TU1WlTieGn
— LaMenteEsMaravillosa (@mntemaravillosa) 13 de marzo de 2017
Ahora bien, en los últimos tiempos está apareciendo un movimiento que a muchos les preocupa: la “niñofobia”.
La niñofobia, o pensar que un niño que llora es el resultado de una mala crianza. Esto es sólo un pequeño ejemplo de lo que sufren día a día muchos padres.
Cuando al ir de compras, a pasar un rato a un teatro, a comer a un restaurante, si un niño llora o grita, atrapa la atención de otras personas es porque “sus padres no están haciendo algo bien”… La realidad es que ésa es una idea incorrecta.
Cada niño tiene su personalidad y su forma de interactuar en sus contextos más cercanos.
Los hay más inquietos y los hay más tranquilos, pero ello no siempre son el resultado de la educación que les dan sus padres.
La niñofobia está haciendo que en muchos espacios recreativos en EE.UU. y el Reino Unido prohiban la entrada a menores; y con ello también vetan la entrada también a sus padres.
Dinos si crees que deberíamos ser más comprensivos, pues ya tendrán tiempo de crecer, guardar silencio y quedarse quietos “sin molestar”, o crees que los padres deberían ser más estrictos con sus hijos.
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