Dicen que para el amor no hay barreras, y vivimos en una sociedad en la que cada vez más las personas pueden tener una mente muy abierta. Un buen ejemplo es un hombre 2 veces casado… con un cocodrilo.
Aunque se escuche absurdo, esto ocurrió en una comunidad rural de México. Se trata de un pueblo de Oaxaca, completamente aislado de tecnología y la modernidad.
Para sorpresa mayor de muchos, el hombre que se casó era el alcalde de ese lugar. Por muy loco e increíble que suene, esa ceremonia tuvo un significado religioso, según las creencias indígenas.
Antiguamente entre algunas comunidades nativas, se tenía la tradición de que la mujer -al casarse- portaba sobre la cabeza una corona de pan. Hoy en día este adorno ha sido substituido por una corona de pequeñas flores.
En la zonas húmedas y con agua, como el caso de ríos o lagunas, las bodas eran especiales. El primer día de la boda, -porque duran muchos, desde que amanece, las campanas de la iglesia no dejan de sonar.
Ello les recuerda a todos los pobladores del evento que se realizará. Llegada la hora, los novios son acompañados por sus parientes desde sus respectivas casas.
En otras ocasiones la recién casada es introducida a la cocina, en donde se le unta la cara con cenizas del fogón, dándole con esto, el título de “responsable absoluta del lugar”.
La fiesta se convierte en una ocasión de gran felicidad.
Pero qué tiene que ver esa tradición con el hecho de que un hombre se case con un cocodrilo.
Los indígenas han crecido con un gran respeto hacia la naturaleza. De hecho piensan que -si manifiestan su gratitud hacia ella- ésta les dará abundancia y alimento.
Por ejemplo, el motivo principal de esta unión matrimonial, es hacer un rito para atraer abundancia y prosperidad a la pesca y para que nunca falten las especies acuáticas en la región.
Sin duda hay hombres valientes llenos de amor a su gente, dispuestos a atraer la abundancia de su pueblo, aunque eso los lleve a casarse… con un cocodrilo.
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